Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe. Es una forma de mirar, otro modo de ver, un ardid para engañar, un truco para esperar, otra historia para seguir, un cuento de no acabar. Y de seguir sin perder de vista lo de más atrás.
Frecuentemente hay que derruir imágenes para volverlas a construir, en parte mediante la infantilización de la memoria o impidiendo que crezca. Entonces, entrando a verificarlo, la mirada topa con estas vidrieras que configuran tramas o tramoyas en la nocturnidad de un espacio diurno.
Las siluetas de contornos enérgicos nos sugieren que el francés ATLAN, perteneciente a la Escuela de París -que agrupa a artistas de mediados del siglo XX de distintas tendencias-, inventa segmentos en que lo plástico no diluye el pensamiento sino que lo rearfima en latitudes sensibles y sensuales.
Claroscuros fríos que gozan de una naturaleza expansiva, no liviana sin ser pesada, y orgullosa de su desnudez, ésta es una obra para contemplar en reposo y hasta inculcando una cierta languidez a un carácter fuerte y agresivo, en ocasiones carnal y diabólico.
El Malecón avizora derrumbes y debajo océanos rebeldes. Y a mi amigo Humberto y a mí nos obliga a impartir justicia en estos tiempos en que los culpables no pueden delinquir