La masa nunca se definió sin una promesa. Ella aporta el sentido del contexto, la cavidad oportuna, la dimensión necesaria. Después, en el cumplimiento de la misma, llegaba el español SERRANO y la descodificaba con la inteligencia propia del artista que conoce sus entrañas.
Multiplicaba su potencia y su fuerza, y le dejaba que le proporcionase simetría, orden y hasta voluptuosidad, de cara a ocupar el espacio, el mejor y más adecuado para llenarlo y convertirlo en la aparición de un prodigio.
Con ello había conseguido una realidad en la que el fenómeno estético abarca la proyección fantástica de las miradas que lo contemplen y penetren. No hay necesidad de una formulación clara sino de una conciencia perceptiva que aprehenda el valor y consistencia de un hecho que se desarrolla ante los ojos.
De esa triple articulación de lo apolíneo, dionisíaco y utópico, el autor nos ofrece una muestra mixturada, que emerge con una impronta plena, tan vestida como desnuda, tan colosal como sugerente, tan significante como rotundidad significada.