En mis referencias pictóricas aparece este canario, MONZÓN, glosado como un paisaje irreal, unos ecos mágicos, unas formas fusiformes o una soledad calcinada.
Sin embargo, a mí me resulta un arcano vivo arropado en su mitología étnica y geográfica, un enigma que requiere de la historia, del biotopo y del ecosistema a la hora de la explicación de esa formación de cuerpos de lava, de signos culturales paralelos.
La riqueza idiomática no se escatima, se muestra virgen, impoluta, como una república secreta que sale de la agonía en la que la enterramos.
No hay miradas que sepan soslayar esta oda sonora y épica a la tierra y sus criaturas, a los seres que gracias a este artista brotan desde las profundidades volcánicas. Nada es tan cierto como estas quimeras que hemos de ver, después mirar y más tarde contemplar.
Sin evocación no existe el efecto de un resarcimiento que es exigible en lo visual y en lo estético, en lo que observamos y dejamos pasar, en los hábitos de nuestra cultura y en los repertorios de nuestro imaginario.
La lógica de los problemas es como el colorido brillante de las flores. Losa teoremas son fieras que hay que domar con el látigo firma de la demostración (Alberto Vigil-Escalera).
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