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Lo real ha sido descompuesto y vuelto a recomponer. Y los valores espacio-temporales, densamente plantados, serán una evidencia para la persecución del dolor, la humillación, la soledad, la vejez, la tristeza y la fealdad.
Estamos atados y nos hundimos en la visión de cada imagen, cada detalle es un recuerdo, una experiencia, la férrea desnudez de una presencia compleja abocada a la muerte.Si este virtuosismo plástico nos da un hecho cierto es porque el tiempo de la memoria no ha concluido. Y tampoco el de unas sensaciones ópticas fijas en la verdad de la carne y en la impotencia con que se va consumiendo.
Para este artista madrileño, GOLUCHO, no hay nada tan sublime como los cuerpos que confiesan, son sabidurías ya agotadas y su vida se les escapa a lo largo de espacios corroídos y anónimos. Habrá miles, millones, pero para él son unos pocos, concretos y difíciles de amar por estar vencidos, rotos.
Pensar que es un simulacro de formas es lo paradigmático, percibir que es la configuración de una finitud es ahora la circunstancia de cada día.
- Los renglones me dan sed de líneas destiladas,
- las impurezas me pringan el pergamino,
- todo es duelo de alborozo.
- Santuario templo en mármol blanco,
- mira la geografía, soto, cumbre, diáfana esfera azul,
- soplo de pancartas, necesidad de hemorragias,
- pura operación de halagos a las formas muertas.
- (De José Luis Álvarez Vélez).
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