La francesa ORLAN hizo de la cirugía un nuevo lenguaje plástico, porque entendía que una creación verdadera debe simultanear pensamiento, cuerpo y la última técnica.
Tomó su organismo como su espacio de experimentación en base a asimilar que es una noción compleja sujeta a cambios de medios y en función de grados de civilización.
Pero hay otra faceta que emite en clave de provocación, de imágenes supuestamente blasfemas, de poner en solfa creencias, códigos y convenciones arraigadas que considera alienantes y castradoras.
Es una Santa Teresa que interpreta la cruzada al revés, el éxtasis como una operación a plazo fijo, las cruces como símbolos del antipoder quirúrgico y estético, y todo ello no sin haber roto antes con la biblia del buen obediente y asistente.
El protagonismo no puede ser más que suyo, tanto como que le da igual absolutamente lo demás, excepto quizás la recíproca relación entre forma y materia al ser ella las dos cosas, y más si hubiese.
La verdad es que me quedo con la referencia a propósito de Strindberg cuando escribió:
«Se nace sin venda en los ojos, se ve la vida la vida y los hombres tal como son……Y es preciso ser una bestia inmunda para prosperar aquí en la basura. Cuando uno se ha visto a sí mismo se muere». De momento esta artista no lo hace.
Baudelaire comentó que todos los imbéciles de la burguesía que mencionan sin cesar las palabras inmoral, inmoralidad, moralidad del arte y otras necedades, me recuerdan a Louise Villedieu, una prostituta de a cinco francos. Una vez que me acompañó al Louvre, donde nunca había entrado, empezó a sonrojarse, y a preguntarme cómo era posible que se expusiera públicamente tales indecencias.