DANA SCHUTZ (1976) / PLACER DE MIRAR

Desde el Renacimiento los retratos siguen siendo motivo de indagación -el arte del retrato, desaparecido desde el siglo V, fue recuperado al cabo de nueve siglos, en la Europa cristiana-. Es lo humano, nos decimos, es su referencia, lo que con el cara a cara no podemos captar, desentrañar.
Así fue como sucesivamente cambiaron, mudaron conforme a realidades, creencias, situaciones y circunstancias. Lo plástico se hacía necesario para que el placer de mirar se fundiese con la singularidad de aprehender y percibir. Y asimilar y discernir.
Sin embargo, la norteamericana SCHUTZ se puso en contra ante tantas y demasiadas apariencias, giros, perfiles, rasgos en círculo, ovales, se requería, visto el contexto social y cultural, otra manera.
Si no hay más circunloquios y evasivas, hay que ser lacónico y plantear una pintura de vivos anegados en su propia belleza del horror. Hasta la parturienta tuerce su mirada hacia el paisaje de un edén ilusorio, el suyo y en el que encaja.
¿Qué sentimos ante el impacto de estas formas a las que el color presta su carácter grotesco? Seguramente iluminación por lo que no se había detectado, de una elocuencia que ya no es la de mercado, se basa en el espasmo que penetra, en el dolor visual que al final nos ahuyenta.
Ya no hay bienvenidas para esos extraños, ni humanidad para sus despojos, sólo un buen lugar donde dejarlos a recaudo por toda una eternidad bien pagada.

El alma está serena, sentada.
El cielo extiende su papel difuso.
Este hombre vivió jugando y puso
su vida al tablero: lúcida jugada.
(Blas de Otero).

Publicado por Goyo

Escritor de arte, coleccionista.

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