Alcuino, letrado de Carlomagno me recrimina:
«Tú veneras los colores superficiales; nosotros, que preferimos la escritura, penetramos hasta el sentido oculto. Tú te dejas encantar por superficies pintadas; nosotros nos emocionamos frente a la palabra divina. Detente frente a la imagen engañadora, sin alma, de las cosas; nosotros nos elevamos a la realidad de los valores morales y religiosos. Y si tú, amante y adorador de imágenes, murmurando en el fondo de tu corazón, nos reprochas el deleitarnos con figuras y tropos, sabe que, en efecto, experimentamos un placer más vivo tranquilizándonos con la dulzura de las letras, que el que tú puedas sentir mirando las imágenes».
Ni situándolo en su siglo y época perdono a este perfecto imbécil. Un funcionario de la prohibición que, seguramente castrado, hubiese hecho astillas la obra del español ALBERTO REGUERA.
Por consiguiente, en el trabajo de este artista, que da un paso más con sus telas tridimensionales y ejecutando una instalación pictórica en las salas del Instituto Cervantes de Bruselas, la experimentación abarca espacios, espectadores, campos de visión y objetos, además de interacciones y perspectivas. En mis post anteriores sobre sus creaciones, el último el 3 de marzo de este mismo año, afirmé que su síntesis óptica era la consagración de un itinerario sobre la abstracción, matérica o no, lírica o no, que no tenía fin o que desde luego no se atisbaba.
Ahora, además, que la sustancia igual de depurada nos rodea, se convierte en un acompañante cuyos caparazones cromáticos enlazan y provocan una sensibilidad que tapiza el diálogo, el pensamiento y el sentimiento de no encontrarse solo, de estar fusionado con un universo del que desconocemos su temporalidad pero que penetra hasta todo su sentido oculto (aunque lo desmienta el imbécil de Alcuino).
Ya no le preocupan los límites, ellos están con él y él está con ellos, y también mas si el rigor con el que los enfoca está lejos de las supercherías del juego, la espontaneidad, la anarquía creativa, el espectáculo, el entretenimiento, la sofisticación en representaciones y escenificaciones, pues a su abstracción no le hacen falta, está llena de sorpresas en cada una de las texturas y crea su propia realidad sobre la marcha.
Y termino con la convicción de que es toda una experiencia directa y total, una aventura visual consistente en la adquisición de un lenguaje que transfigura y enriquece el sentido del ser dentro de la materia y de la luz, invocando una simultaneidad con el tiempo de existir y estar.
Mi atención, ampliada,
Columbra. Por tu carne
La atmósfera reúne
términos. Hay paisaje.
Se colma el apogeo
Máximo de la tierra.
Aquí está: la verdad
Se revela y nos crea.
(Jorge Guillén).