En esta convocatoria los ojos acuden más prestos para llevarle la contraria Dubuffet, que dice que “el arte es un instrumento de conocimiento….llama al espíritu y no a los ojos”. Para mí que se equivoca, pues emplaza tanto al primero como a los segundos.
Las nubes de color -los expertos los significarían como campos de color- como debe saberlo bien el cubano GARCIANDÍA, son deslumbramientos llamados a evocar imágenes en la mente del espectador. Y si son manchas o estratos que encadenan, también son carantoñas que hacen fructificar y dar sensibilidad a la mirada.
En estas emanaciones laten ecos y resonancias visuales -no olvidemos sus orígenes-, los acordes son peregrinos que se derraman sobre el soporte, dejan que un suspiro no ahogue, ni que la filtración esté condenada.
Por lo que sea y porque el exterior se transmuta en interior, el retorno a la magia ya inventada siempre funciona, probablemente debido a que recolecta una afluencia de allí, un extracto de acá, un perfil de más allá, hasta que el compendio suscite y nos absorba, renegocie su naturaleza plástica con un canto más libre y mejor calibrado.
La ventana me ofrece el cuadro sumo:
Un trozo de enmarcada
Realidad, que no aíslo pero asumo
Completa en la mirada.
(Jorge Guillén).
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