El andaluz CORTIJO fue comunista cuando no se podía serlo, aunque lo primero era ser libre. Fue perseguido pero no ordenó perseguir. Y era un utópico de los que no esperan en vida lo posible ni lo probable.
Y en este sentido viene a colación una precisión de Calvo Serraller:
«Todo ello indica hasta qué punto el arte interesa no sólo por sí mismo, sino por la capacidad que puede poseer de subterránea o intuitiva captación de cuanto ocurre en el hombre, incluso en ámbitos ajenos al artístico, en la medida que le es posible sintetizar las preocupaciones globales de una sociedad y profundizar en las mismas».
¿Cuáles eran entonces las vivencias de este artista en su tiempo? ¿Quería significarlas a través del llamado realismo social? Pues bien, detengámonos en su obra y observemos la mácula de la tristeza, el hambre, el grito, la pobreza, la resignación y la angustia. No están de pie, han dejado de caminar, mas la sumisión no entra dentro del cauce generador de esta iconografía oscura.
Las tonalidades sombrías conforman una figuración objetiva sin caer en lo mimetizado, y los espacios están absorbidos por la representación icónica, es ella la que manifiesta la síntesis plástica.
Fue una pintura a contracorriente, sin reparar en tendencias y movimientos, si bien no olvida los valores tradicionales y lo que es necesario para la consecución de una plasticidad que fluye con cada matiz, con cada personaje, con cada historia.
Hay diálogos a tiros decisivos.
Se invoca hasta los dioses, que se yerguen
Entre las humaredas del combate.
Bípedos parlanchines, no perdamos
La fe. No somos todos delincuentes.
(Jorge Guillén).
Agradezco el análisis y recuerdo de la obra de mi padre. Ana Cortijo
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Ha sido todo un honor. Su obra tiene que se parte de nuestra memoria por sus capacidades plásticas y testimoniales.
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