Resolver los hechos como instalaciones. Concebirlas como territorios donde los tiempos del cambio suceden siempre. Depositarlas en el mar que arrastra, como balsas verdes de velas multicolores que exclaman el adiós sin añoranza, pues es lo vivo y lo sentido lo que aclara la visión.
Si el raíl de hierro rompe el marco de naturaleza, ésta, fiel trasunto de especies y creencias, lo envuelve y tonifica, le hace completo participante del símbolo capaz de confesarse con voz y un último voto.
Hasta los sumideros revisten una configuración sublime de nuestros despojos, flora intestinal y vegetal que son el resumen de una historia a la que concurrimos obrando y visionando, pensando y recogiendo.
Entre el cubano GELABERT y su mundo hay una relación de castidad que se solventa en una austeridad cruda unas veces, iluminadora otras, reclamantes todas. La determinación no tiene alergia a las verdades que tienen un sentido de rebelión, de ruptura incluso, por muy posmoderna que sean estas realizaciones.
Tenemos que quedar con la mirada tensa, tal como hice cuando visité su exposición en La Habana, aguardando a que la alcantarilla siguiese vomitando más incertidumbres sobre lo que éramos y lo que nos proponíamos ser.
Unidad del círculo ¿dónde?
Esencia universal, sustancia
necesaria ¿dónde pasas
tiznando la sangre, quedando?
(José Lezama Lima).