En el interior de una isla en la que falta una imaginación que no sea la que ya se ha diseñado, la fantasía otra que recala, escarba en el cerebro de la creatividad para asegurarle que el sueño no se ha roto y el mito sigue estando en pie.
Cuando en el cubano GILBERTO tomó cuerpo esa idea, ya había estado localizando entre ensueños, ficciones y entelequias, la dimensión de estos encantados refugios que al final le salieron cuadriculados en el soporte.
Discernir, lo que se dice discernir por lo que respecta a la naturaleza de su obra, es estar a la par de su línea de flotación, en la que se aúna representación contada, quimera y la aspiración al prodigio en ese mismo espacio, el único que hay, con el fin de que la mirada quede fuera pero manteniéndola dentro.
En la cabeza tres círculos verdes
y los ojitos que abren y cierran la noche.
Las banquetas para los violinistas
y en medio de la pechuga aljamiada
una garrafa saludando como en un minué.
(José Lezama Lima).