Postulaba el «arte concreto» que la obra ha de estar enteramente construida con elementos puramente plásticos; es decir: superficie y colores. Un elemento pictórico no tiene otra significación que él mismo y, por consiguiente, la obra no tienen ningún otro significado.
Éste podría ser el argumento de la obra de la valenciana PICÓ, pero no lo es porque en sus instalaciones va dejando señales, signos, vestigios que echan por tierra tal aserto. Sí es cierto que su sentido plástico es rotundo, resplandeciente y que encuentra su camino en sitios insospechados aunque no desconocidos vital y biográficamente, en los que extenderse y ejercitarse.
Y la verdad es que esa fusión a fuego de elementos que tiene lugar en sus creaciones, su articulación como agentes interlocutores y focos de atracción en los que depositar lo que entendemos una vía de acercamiento a un imaginario caliente, lleno de formas a las que agarrarse y cobijarse, nos acaba cautivando desde la emoción y desde un conocimiento propiciador de voluntades más acordes con la naturaleza de lo contemplado.
El cuello de la botella, incitación arco iris,
es como la garganta del diablo.
(José Lezama Lima).