A propósito de la obra del americano PARLÁ, es pertinente y un capricho la cita de Raymonde Moulin respecto que la oposición entre abstracción y figuración fue y es una dialéctica presente a lo largo de todo el siglo XX y comienzos del XXI, y uno de los motores de los movimientos estéticos.
En este caso, el artista, con gran predilección por el muralismo, concibe su trabajo como una lluvia caligráfica y multicolor que envuelve la mirada como si estuviese ante la presencia de una piel infinita.
A esas superficies quedan adheridas las propiedades y cualidades plásticas intrínsecas a unas firmas de identidad que se agolpan para hacer más vivo y gestual el hecho de vivir. Paredes cuya condición es reflejar esas cadencias y secuencias del anónimo que pasa y desaparece sin ser visto ni oido.
Por tanto, tales arabescos y texturas son sintonías que quedan grabadas como inscripciones extractadas de los pequeños sucesos que nos dan la trama de unas existencias malparadas, concisas y apremiadas.
Tales son los oficios. Tales son las materias.
Tales son las dos manos del hombre, no entre abstracto.
Tales son las humildes tareas que precisan
la empresa prometeica.
(Gabriel Celaya).
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