Marcas, signos, huellas, caligrafías, manchas, dibujos, líneas, colores. Caos creado sobre una teoría del orden a la que se sigue buscando el reverso. No hay nada concreto, todo es indefinido, aéreo, flotante, sinuoso, se deshace y se vuelve a hacer, a agrupar y dispersar.
Sí que tiene lugar un juego de simulación, y sí que da para un juego de artificio. No existe otra opción que recibir el efecto de esa concepción pictórica como un sentir disgregado después de un constructo que no resuelve el problema. Pero lo cierto es que ya se originó la solución plástica y no es posible entender otra.
El español HERNÁNDEZ es un inseminador que tiene la intuición de un diseminador como vía de no atenerse a ningún concepto que le vaya a ser impuesto. Es un creador que sabe lo que es la solera y lo que se ha venido gestando a lo largo del siglo XX, a lo que le pone una dirección, aquella a la que él considera una traducción suya y de nadie más.
Mujer mía, presencia que empapándome
me descubres tu fuente presurosa,
mujer de musgo tierno, de ola joven,
de dulcísima muerte en el estío.
(Francisco José Mayans).