La estadounidense BLACKWELL juega con su habilidad dibujística, con la monocromía y con lo dramático o fastuoso de las imágenes para convencernos de que la piel femenina es el protagonista de una historia de crueldad, de un deshilachamiento destructivo, informe e irredento.
A través de cada parcela del cuerpo exhibe un furor ígneo metódico, buscando, entre una estética manierista y barroca, una adaptación a una subconsciencia presentida de lo que aprisiona, hace sufrir o niega.
En esos espacios negros, como no podía ser de otra manera, tienen lugar estas epifanías que hacen de las vicisitudes de la condición femenina una reivindicación de la lucha por el reconocimiento de su identidad desde todos los ámbitos, pero recalcando lo emocional bajo un prisma excesivamente esteticista.
Le arrancaremos los sueños,
le apagaremos la luna,
le llenaremos de muerte
para que sufra.
(José Hierro).