Me siento y no soy capaz de decirme nada. Una bruma lo cubre todo. Mi propia encarnadura no me sirve. Al final me dejo caer y morir entre los sueños y los relatos de mis libros.
Todo se ve frío, abandonado, oscuro. Los viejos se consumen porque están siendo víctimas de un derrumbe del que fueron deudores, y lo serán siempre, ya no tienen fuerzas ni energías para cambiar su historia.
Para el español GARCÍA-ALIX la pintura es una catarsis, suya y nuestra, y como tal no tiene que especular ni ofrecer liturgias formales, crípticas o de tratamiento teleológico. Simplemente ha de ser una imagen en que cada espectador contemple su respectiva metafísica implacable del tiempo, de la desolación y soledad que no tienen cura, del fin que ninguna cantina a la vuelta de la esquina puede remediar.
Era roja esa voz en el ocaso;
cuando la noche sus horrores trama,
vuelve su resplandor: sangre que clama
al cielo ese de los hombres, raso.
(Ángel González).