En tiempos de persecuciones y tragedias no es extraño que los artistas, más siendo israelí como STEINHARDT, se centren en la condición humana tratando, a través de la pintura, de descubrir en ella las razones de una existencia desolada.
Por eso sus exigencias plásticas pasan por reflejar la vulneración a una causa que nace de la propia inmanencia del ser, contraria a la destrucción y al sufrimiento. Sus obras, una vez iniciadas, proceden a la búsqueda dentro de sí mismas y nos conminan a seguirlas, a llegar hasta sus últimas consecuencias.
Un expresionismo que hunde sus raíces en una historia milenaria que no ha acabado todavía, de dibujo cruel y de formas plurales que se adaptan al pathos sobre el cual inciden implacablemente.
Soy el último lobo de esta penumbra.
Cristo no soñara con otras manadas.
Allá en las copas están flotando las llagas.
(Almelio Calderón)