Tela, bordado, óleo, es lo mismo pero no es igual; es lo mismo en lo que a lo pictórico se refiere, no es igual en lo que concierne a las calidades estéticas y telúricas.
Asimilamos el arte a través de los sentidos como por medio de la razón. Y aquellos aluden a una concepción vital sobre la materia utilizada (reciclada con identificación de origen), sobre el color explícito que por sí mismo es una señal enunciativa determinante. Por el contrario, la razón nos dispone a sensibilizarnos con una obra, la de la tinerfeña IDAIRA, como deseo de no olvido, del sentido de comunidad, de gracia y realidad casi virgen.
Es una pintura entre un continente y otro, entre un acervo y el presente, entre un lenguaje y su sintonía con el tiempo que fue y el que quiere ser en el futuro, un futuro en que quede esta huella si lo demás muere.
El hombre, hasta el más soberbio
con más espinas que una tala,
afluja andando en la mala
y es blando como manteca;
hasta la hacienda baguala
cai al jagüel con la seca.
(José Hernández)