El paquistaní BHABHA tiene un fondo fantástico del que extraer los motivos escultóricos sobre los que infundirles vida. Una cultura, una historia, una religión, que están muy activas, imprimen a sus construcciones la creatividad y la síntesis, amalgama que otorga criaturas en las que confiar.
El que sean tótem, efigie o ídolos les confiere un aura de misterio y de origen, de sabiduría y de conocimiento. Al contemplarlos, tan churretosos, percibimos, por eso mismo, las causas con sus preludios cósmicos, los que aún continúan haciéndose ver porque no están muertos.
Sobre ese imaginario hay una obra muy bien llevada a cabo, que revuelve las entrañas, que agudiza los secretos, que es inquisitiva y nos remite a los aspectos esenciales de un discurrir y sus creencias, de la muerte y sus ironías.
En ese acercamiento sin regreso
ya suena tu esqueleto a cosa vieja,
entre pinceles, ocres, negros, rojos.
(Horacio Rega Molina)