Cuando me encuentro con obras como las que realiza la coreana KYONG no sé si soy capaz de entender lo que decía FREUD a propósito de que el artista mata simbólicamente al padre y al mismo tiempo probablemente vea su eficiencia fuertemente estimulada por su experiencia sexual.
Ni desgarramientos ni derramamientos, sino una lujuria visual que ensarta la mirada del espectador en un escenario de suntuosidad genuina. Establecer diferencias entre una quincallería y un acuario no sirve para nada, ni tampoco el exceso de afectación, moda, tentáculos, coronas y animales acuáticos flotantes. El imaginario es libre y la tentación sofisticada y cosmética también.
En sí tal propuesta es una nada que simboliza un todo o viceversa. Y si no va de símbolos va de escaparates, esos que uno ve y acaba olvidando o tergiversando, que para el caso da lo mismo pero sin frivolidades insinuantes.
Quiero tener miedo.
Déjame al menos conocer ese húmedo silencio.
(Ana Isabel Serrano)
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