El punto de partida tomando como referencia a la modernidad constituye para el cubano SOLER el pulso necesario para expresar su propio lenguaje. Y esa semántica, que oscila entre lo sólido y lo aéreo, tiene una realidad más simbólica por adentrarse en un contexto determinado.
Su imaginario, basado en la madera, en el hormigón y en otros materiales, así como en la geometría, hace que la mirada se desnude para encontrar un camino de libertad que se edifica entre cadenas, entre escollos que no son insalvables porque hay un espíritu constructivista que viene a ensamblarlos como líneas, como direcciones etéreas, futuristas, que marcan movimientos y señales.
En su obra hay una labor artesanal inicial que va penetrando en ese proceso de creatividad, tanto de hallazgos como de alusiones, que enmarca lo visual en una esencia primordial plástica basada en una forma de la que se exprime y se escurre un fondo que nos queda como pensamiento y enlace de la ocupación de unos espacios que nos induce a ver de otra manera y desde otra perspectiva.
La sangre es una aurora que no soporta el día
y que alumbra tan sólo entre las sombras
de la carne encerrada, en el espeso bosque
de los huesos con ramas de venas y tinieblas.
(Lorenzo Oliván)