El extremeño PIEDEHIERRO, con el que sigo manteniendo una deuda impagable, me remite a Emile Zola cuando escribe aquello de que está en contra de las escuelas, porque estoy a favor de la verdad humana (…) La palabra arte me disgusta. Lleva consigo quién sabe qué ideas de normas obligatorias, de ideales absolutos (…) Quiero que el artista cree vida.
Estas esculturas de RAFAEL son su forma y expresión de proclamarlo, aunque tales iconos son el símbolo de una humanidad que se cubre, se diseca, ejecuta su propio viacrucis para no verse y llegar a la tumba, lo quiera o no, oculta.
¿Qué es lo que la envuelve? El vacío de sus mitos desechados y desdeñados. No obstante, es posible que también estas efigies tengan un significado ambivalente, por cuanto son ofician como clones adorados que tienen la misión de garantizar esa perpetuidad que todavía, para nuestra desesperación, no hemos inventado. Por tanto, él, el autor, siempre hace que el arte tenga un poder de conocimiento propio.
El viento sabe. Vieja tierra sabe.
Muertos le han dado su tesoro.
Por la tierra y el viento muertos hablan.
Así mañana hemos de hablar nosotros.
(Carlos Bousoño)