Si la obra surge siempre de la experiencia original del artista, en el caso del norteamericano HARTLEY tiene gran amplitud porque se hizo partícipe de todas las semánticas de su tiempo. Él consideraba la percepción como una acción, en lo cual no andaba nada descaminado.
Tanto su concepción de la forma, como del espacio, como de la estructura plástica, además de determinarse mutuamente, los somete a juegos de temáticas y colores supuestamente autóctonos, configurados en tamaños que exigen un equilibrio sin simetría.
Ha volcado en sus obras tanto sus preocupaciones formales como sus orígenes, sus reflexiones antropocéntricas como sus creencias, lo que al final confluye en lo que se denominó «regionalismo», una especie de recuperación de una matriz vernácula.
Porque también deseamos
descansar. Porque nos pesa
el vivir, como una mole
de piedra.
(Carlos Bousoño)