El extremeño PIEDEHIERRO, con el que sigo manteniendo una deuda impagable, me remite a Emile Zola cuando escribe aquello de que está en contra de las escuelas, porque estoy a favor de la verdad humana (…) La palabra arte me disgusta. Lleva consigo quién sabe qué ideas de normas obligatorias, de ideales absolutos (…) Quiero que el artista cree vida.
Estas esculturas de RAFAEL son su forma y expresión de proclamarlo, aunque tales iconos son el símbolo de una humanidad que se cubre, se diseca, ejecuta su propio viacrucis para no verse y llegar a la tumba, lo quiera o no, oculta.
¿Qué es lo que la envuelve? El vacío de sus mitos desechados y desdeñados. No obstante, es posible que también estas efigies tengan un significado ambivalente, por cuanto son ofician como clones adorados que tienen la misión de garantizar esa perpetuidad que todavía, para nuestra desesperación, no hemos inventado. Por tanto, él, el autor, siempre hace que el arte tenga un poder de conocimiento propio.
El viento sabe. Vieja tierra sabe.
Muertos le han dado su tesoro.
Por la tierra y el viento muertos hablan.
Así mañana hemos de hablar nosotros.
(Carlos Bousoño)
Mes: marzo 2015
JOSÉ RINCÓN MORA (1939) / CUANDO APARECEN ACABAN SIENDO
Schlegel siempre mantuvo que el mundo no es un ejemplo de aritmética, sino que estaba lleno de secretos y misterios que no se entendían mediante la razón y que sólo podían comprenderse como una armonía de experiencias que únicamente se abrían a los sentimientos.
En el dominicano RINCÓN las visiones vernáculas son las apariciones y vivencias que él confía al exterior desde su voz interior (Caspar David Friedrich), porque sus pensamientos están habitados por seres imaginarios, veteados en la piedra y que son imposibles, casi inexistentes, si no fuese porque se trasladan de lo recóndito al exterior, transformándose en imágenes cruzando una frontera.
Son obras intuitivas fruto de la pasión y la imaginación, producto de un origen desde lo remoto, o la configuración de unos autorretratos que son también máscaras, como decía Francis Bacon. Y si no lo son todavía llegarán a serlo ya que lo que les sobra es tiempo.
Sin esperanza, entre la luz del día,
mi voz te llama en su tristeza.
(Carlos Bousoño)
LETICIA SÁNCHEZ (1985) / NADA ES LO QUE PARECE
La cubana LETICIA le lleva la contraria a Jean Grenier, cuando, en su Espíritu de la Pintura Contemporánea, señala que el amor hacia la forma humana, por su significación misma, ha desaparecido del arte. Para esta artista es evidente que no, pero también es evidente que el valor cromático con el que establece su paradigma no es el habitual caribeño.
Por el contrario su imaginario es esa relación que se establece entre los fenómenos más misteriosos de la vida y los de la creación estética. Es, por tanto, un juego cabalístico entre fantasmas y escenarios, entre espacios y negruras, entre lo que imagina y lo que se deposita en el lienzo.
También en su obra se adivina esa búsqueda de respuestas a unos interrogantes que ella misma sabe expresar plásticamente pero sin formular un discurso que les dé los consabidos cauces, fáciles de entender mas no de sentir y aprehender. Una permanente reflexión sobre lo que debía ser clarividente y no lo es, aunque en esa hipótesis siempre sale ganando el proceso de su hacer y obrar.
Yo como tú creí en la luz, y ahora
niego que exista luz entre nosotros.
Existe muerte. Luz es fantasma.
Existe muerte y abandono.
(Carlos Bousoño)