Ha dicho Richard Phillips que cuando no podemos determinar qué es arte, cuando llegamos a ese punto en que no estamos seguros, es muy probable que estemos viviendo algo realmente grande. O hediondo o corrompido, digo yo. O es que quizá, al tratarse de una inauguración, hice lo que el resto de los asistentes: ni siquiera le eché un vistazo.
Excelsas loas ha recibido la pintura del norteamericano RYDER, y es que a muchos nos pasa como a los psicoanalistas, que descubrimos en cada obra de arte genitales y úteros. Yo, en este caso, soy partidario de que le haga un retrato Giacometti a este artista y le comente que de frente va usted a la cárcel y de perfil al manicomio.
No puedo manifestar que me haya emocionado ni que haya visto una aprehensión del mundo, ni una mera simbología, ni metáforas, signos, formas, ni demás. Sólo una tienda de muñecas de mal gusto y de pésima definición.¡Oh Dios mío!, pero no me doy cuenta que es el nuevo pop y lo más contemporáneo de lo surrealista. Perdón, no tengo remedio.
Vale la pena ese final, acaso,
de una noche infinita, abandonada,
en el hondón de un sideral fracaso.
(Carlos Bousoño)