El cubano FERRIOL, al buscar su nuevo hábitat en Japón, ha encontrado el medio de fructificar un discurso figurativo que bebe en las instancias del origen y del presente, pero sin restar un ápice a un sueño real que tiene un marcado tono airado y paródico.
En sus obras en acuarela pone la fuerza y la concupiscencia lógicas de lo visual al servicio de lo aparentemente visible mas subyacente. Rescata una imaginería, con el sabor oriental, que se enmarca en coordenadas tropicales, conformando al final un fresco que exalta la función de la forma, el canibalismo y al mismo tiempo sensualidad del contenido, la mezcla de lo que sufre, agoniza y se contempla.
La ficción no está en los márgenes, es una sola, que se ríe de sí misma si no fuese porque hay un interior que asoma entre los intersticios que augura una condición mortal en tanta desnudez, en tanta investidura entre la razón y la sinrazón.
Que las raíces sean un sembrado de semánticas apropiadas no es lo importante, sino la hechura con la que da el signo inconfundible, el emblema creativo desde el que se advierte y percibe el fondo cultural y artístico que lo sitúa en su contexto original.
Nace del mar la esfera de la noche vacía
y en la nada granate se confunde
el alma con el lobo.
(José Ramón Ripoll)
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