- Después de tantos años de haber contemplado y absorbido la obra del segoviano REGUERA, uno de nuestros más grandes artistas internacionales, siempre llegaba a la conclusión de que había un punto de no retorno.
- Pero me engañaba y nos engañaba, por cuanto sí lo había, simplemente era que su pintura seguía viva, que todavía no lo había hecho todo, que sus superficies pictóricas absorbían, y absorbían algo completamente nuevo.
- Y dando un paso más, hemos de pensar que esta liberación cromática de las ataduras que la maniataban es una fuerza instintiva autónoma que se difunde y propaga, que no acepta el hecho mortífero ni el lado mortal destructivo, significando además que abarca espacios y extensiones que parecen la metaforización de un ciclo cósmico.
- También otra manera compatible de enfocar sus dimensiones es la contemplación de su práctica plástica como la visión que siendo furiosamente expresiva denota una reflexión sosegada, muy laboriosa, consustancial a un sistema de valores que tienen en el imaginario artístico un modo de ser y operar.
- La producción de ALBERTO, en definitiva, es el signo de una aventura que ha empezado y no tiene límite para acabar, que incita y desafía, que en su escritura tan única y vibrante mantiene por una parte la savia de una emoción e introspección, y por otra se abre sociable y comunicativa en aras de una constelación de más improntas y caminos
- Por último, todo lo precedente es una pobre aproximación a la visita al museo Esteban Vicente de Segovia a partir del día 4 del presente mes, momento en el cual podrán comprobar por sí mismos la sabiduría de un hacer taumatúrgico.