- Georges Mathieu era tan arrogante como para afirmar que la pintura figurativa se había hecho inútil. Seguramente porque no llegó a conocer a CASSASOLA como yo lo hecho este fin de semana en el FAC organizado por David Heras en Cobeña. Incluso le compré un pequeño dibujo porque mi mirada dejó de ser distante para quedar prendada en ese enigma de la existencia que era la mitad de un cuerpo desnudo con los ojos consumidos.
- Lo primero que se advierte es que en él la necesidad de producir una obra no es menos real que la de cualquier persona la de comer. Y, en segundo lugar, que en el origen de su trabajo hay una intencionalidad, una conciencia relativa a su querer-hacer. Así es como, a través de su gran capacidad técnica, tectónica, visiva, nos ofrece verdades personales y colectivas que va descubriendo en un proceso, cuyas hipótesis va inventando y desgranando fase a fase.
- Sus piezas son propias del poder de un demiurgo extrayendo de la materia el retrato de una vida entre la derrota y el término del tiempo, entre los grandes espacios de sus murales que sollozan con esos formatos medios y pequeños de dibujos de rasgos poniendo fin al infortunio de su expresión. Y es que RAÚL sigue el consejo de Ibram Lassaw en lo referente a quitar siempre la máscara que nosotros mismos ponemos a la realidad, además de fijar su particular código y mensaje a la medida de su repertorio formal e instintivo.
Cuando una muchedumbre se arrastra sin vitalidad, la luz parece lamerle la silueta como a un mendigo, como a los animales maltratados, a un hombre triste, sobre quienes resbala la luz sin romperse en reflejos, sin alcanzar destello alguno, haciéndonos ver que son opacos.
(María Zambrano)
Reblogueó esto en Vivencias Plásticas.
Me gustaMe gusta
Espero que ésta sea la versión definitiva. Estoy más torpe que nunca.
Me gustaMe gusta