Patinir nos enseñó que la aprehensión del paisaje es una entidad de nuestra conciencia plástica. Y Amiel añadió además que era un estado de ánimo.
El italiano BARTOLINI retoma ese sendero con la consiguiente duda de la desmaterialización de su condición física para poder plasmarlo en un continuo infinito.
Por tanto ésa es su capacidad, la de penetrar y habitar la topografía como una experiencia sensorial. Es lo que le define como un anacronista, el que investido de su sentido panteísta interpreta una idealización telúrica cuando es un todo con la memoria armónica, o resultado de una fuerza dionisíaca cuando los recursos emocionales se sobreponen a los formales.
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