La escultura es ya un prontuario en el que se desboca una imaginación que solamente reflexiona sobre un imposible que todavía no se ha descubierto.
Es lo que hace el vasco NAGEL, alimentar nuestro imaginario sobre esos imposibles cuyo lenguaje es sobrecogernos tanto como asombrarnos y ahorrarnos pasos innecesarios hasta llegar a estas animaciones vibrantes.
Tanto desde los ámbitos monumentales como los reducidos a nuestro tamaño, las apariciones carecen de brevedad visual y espacial, alargan sus significados, tan claros como oscuros, y son como una cola de dragón que todavía estuviese moviéndose, porque no ha de callar hasta que la infamia deje de ordenar.
Un dolor sin orilla
para dormir el agua.
(Eugenio Florit).