Las imágenes no se descabalgan así como así. Manejan en la intimidad breviarios de estética infectados de peste, ironía, desgobierno y caos. Arte de la simulación y de la apariencia que fabrica la perspectiva angosta, mientras la otra, la ancha, se infiltra por detrás incorporando un imaginario que castiga la ilusión metafísica y parodia el mundo de las alienaciones que impiden al ser humano verse a sí mismo en su verdad concreta.
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