- El hijo contemporáneo le dice a su padre moderno: Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde. Una vez en su poder emprendió el viaje a tierras lejanas, donde dilapidó cuanto tenía llevando una vida desenfrenada.
- No recordó a Tertuliano, Orígenes, Clemente o Cipriano, que pasaron por ese mundo antes que él: obispos que pisaban por donde habían pasado parricidas y rameras, santos que se despezaban entre sí a cuenta de un vocablo, farsantes a quienes se recompensaba por mentir, hipócritas que se vanagloriaban de su doblez.
- Maltrecho y decrépito se preguntó: ¿Asistiremos a los últimos tiempos de los que hablaron los profetas? De momento, abuelo arte, te pido que como tal ungido me expulses para así no demorar la ruina de tu reino.
Y todo esto es una visión que se extingue en el mismo instante en que es tenida, entre nada y nada, etérea, en lo alto, en tonalidades de cielo y niebla, indefinida y prolija.
(Fernando Pessoa)