Escribía O.Rank que el artista engendra su obra en los dolores femeninos de la creación, mediante actos de generación repetidos sin cesar, y, en ella, se engendra también a sí mismo. ROCÍO, esta joven pintora madrileña, cae en ese abismo al expresar una imagen que cubre su vacío con la perfección de un significante/significado que es su propia encarnación de cuál es la existencia y el tono en el que debe discurrir.
Sorprende su madurez y autenticidad, su transparencia y convicción de que el enunciado es ya una acumulación de un hondo y plural significar. Restablece la condición de la pintura en ese iconicidad plena de simbolismo, de recuperación de un lenguaje que nos lleva a ver e imaginar a través de la figura, a ir con ella más allá de ella, a una ficción que sin esa plástica no sería posible. Para ella, tal como escribió Zola, el pensamiento…
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