La obra de este artista de Benín nos ofrece un paradigma de lo que es la autenticidad, lo que es el aglutinar valores universales. No podemos atenernos a la manipulación de lo colonial y primitivo. Ya no. Ahora, ante una propuesta e imaginería de esta dimensión, hemos de sentir y conciliar épica, drama, innovación, sensibilidad y poesía.
Túmulos y rostros que en su configuración visual toman los rasgos de ayer y los despojos de lo que necesitan hoy. Es un barroco de la sed, de la miseria. No hay fetiches ni máscaras, sino iconos de una estética de la existencia contra la fatalidad y la conspiración para su dejación y anonimato.
Mientras las pateras sean puentes aciagos, el canto espiritual de estas manifestaciones artísticas tienen un sentido y una dirección y nos sitúan dentro de un ámbito imaginario en que a las formas les siguen otras formas, a las biografías…
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