
- Esta nueva edición de Art Madrid va consiguiendo, gracias a nivel de crecimiento, dejar de ser la hermana menor. Aunque se repitan nombres, bienvenidos sean, pues de gran hondura y calidad está hechas sus obras, excepto la de los pasteles que es un remedio y un engaño, pues ni siquiera se pueden comer.

- Esta vez voy a decantarme por el conjunto de una trayectoria inusual en estos lares, dado que la sociedad es tan raquítica que solamente se inclina por acomodos florestales.

- Pero en el trabajo del artista andaluz, presa de una suma creatividad largamente explorada, asoma un territorio que pone una vela al cielo y otra al infierno, aunque esta última, como aseguran, algunos de sus clientes, es la vencedora, y no es clemente, sus espacios parecen fríos y están abrasados. En mi caso tendría calefacción para todo el año.

- Que es apocalíptico y nos retrata como seres ínfimos y nauseabundos en perpetuo movimiento y huida, queda claro, lo cual no obsta para que plásticamente encienda una luz en cada espacio y a cada instante. Ofrece un espejo al que seríamos unos cobardes si le damos la vuelta. Ah, y su autor vive con nosotros y no nos apartamos de él como lo hacíamos con Dante por haber estado en el infierno; él también ha ido y vuelto pero se lo calla.
- Escenas repetidas cada día y cada hora,
- la muerte me cocina y la vida me devora.
- Me rindo,
- me rajo,
- idos al carajo.
(Pancho Varona)