Hay un tiempo en que el artista se define al encontrarse a sí mismo. Cuando llega ese momento es cuando ya no importan los bagajes formales acumulados, importan que el producto sea ese hallazgo que andaba rondando por su cabeza, ese ámbito estilístico que le generará nueva sangre.
En el caso del portorriqueño MÉNDEZ su obra rezuma extractos de las vanguardias del siglo XX, los ajusta a sus intereses, a su territorio caribeño, a su entorno flotante de surrealismo y fantasía. Es un camino tan válido como el de otros.
Pero es una arquitectura bien orquestada en la estructuración cromática de esos espacios siderales abiertos, flotantes, entre la geometría y la fantasmagoría, que despiertan en la mirada el deseo de viajar y explorar por lo ignoto que ofrecen. Son realidades a descubrir que he anticipado, parece decirnos el autor. Quizás sea así y no un simple maquillaje de una ilusión…
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