Nuestras ciudades siguen proporcionando el marco más apropiado para confrontar nuestra existencia con estas deidades monumentales que ofician de testigos de los avatares humanos, incluso pretendiendo influirlos, lo que de alguna manera lo consiguen.
En las obras del italiano Cascella, el mármol y la piedra de travertino conforman una nueva visión en una civilización que ha hecho de estos símbolos el sentido de una perennidad y de una historia de la cultura. Antes eran otras las imágenes, ahora son éstas.
Con ello certifica que no podemos prescindir de estas improntas visuales en el ámbito de nuestra vida y rutina, son como faros en los que apoyarse y reflexionar sobre la naturaleza de la mirada una vez que ésta empieza a analizarse.
Alegría de los silencios penetrantes,
que ungen al alma de interrogaciones inquietantes.
(José Lezama Lima).