El sufrimiento puede depararnos lo indecible, lo inconmensurable, hasta flagrantes incestos plásticos. O antinomias que funcionan como éxtasis visuales, aunque argumentos los hay de todas las clases y condiciones, y los que aparecen en este post son los del artista chileno DÁVILA, que no ha querido darlos sin acompañarlos de respuestas.
Se ha tachado a su obra de incurrir en lo violento, en un feísmo de mal gusto (Hegel escribía que el llamado «buen gusto» siente pavor ante todos los efectos más profundos del arte y permanece mudo cuando lo externo y lo circunstancial desaparecen), en un erotismo descarnado, en un salmo de horrores, etc., sin olvidar sus componentes de denuncia y acusación.
Ahí está ese gran Simón Bolívar autoparodiándose, convencido de que el fin no justificó tantos medios o de que la historia sólo se entiende si hay manera de provocarla con un castigo de mala madre.
El autor, con el uso de todo…
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