La insularidad es o pretende ser un ejercicio de autoafirmación. Y también un ir en círculo, en zigzag, en racimo. Acudimos para estar juntos y así estrechar la superficie. O marchamos en fila para alargar el espacio. Lo que nos ha de salvar, prodigios aparte, es el establecimiento de líneas de encuentro y reunión en un escenario que nos parece difuso, que al mismo tiempo que debería ser nuestro aparenta una inconsistencia que nos induce a sospechar que va quedándose en esqueleto
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