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Si he de pintor no puedo perder la memoria táctil, tectónica y visual de lo vivido y el donde ha transcurrido. Y no se trata de ser fiel sino de ser más que el hacedor de una lealtad que me frena. Seré detractor de mí mismo y devoto de la ilusión plástica que me embarga cuando la memoria es sólo un silencio alucinado de la mirada.
El levantino LOZANO, otra maravillosa excepción, ha revestido el color mediterráneo de su propia historia de contemplaciones, lo depura según una rememoración no escrita y sí revelada, luego lo plasma en paisajes que han esperado este momento para exteriorizar su propia biografía y éstos ya consiguen ser por sí mismos.
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