En la contemplación de la pintura percibimos hechos diferenciales, -especialmente cuando no son etnocéntricos-, notas que nos hacen ver raíces, adscripciones culturales, ancestrales, territoriales, míticas, etc. Es como un juego del que intuimos que si bien no hay reglas o si las hay no nos constan, sí hay líneas, urdimbres, tramas que nos inducen a seguirlo.
Que el cubano COUCEIRO lo ha jugado arriesgándose es totalmente cierto, como también lo es que lo ha hecho desafiando y envidando. Y si le ha salido bien es porque posee un sentido plástico consolidado y que bulle como un corazón liberado.
Aunque sus criaturas habiten por debajo no hay forma de saberlo, puesto que esos espacios pueden asimismo aparecer arriba, dedicándonos la verdad de su morfología, el encanto de su misterio y el saludo onírico de sus miradas cargadas de promesas sin cumplir y de extravíos a perseguir.
Vivid, la vida sigue,
los…
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