«> El virtuosismo en esta isla caribeña hace de elemento regenerador y diacrónico hasta componer un fresco coetáneo que lidia con la ironía y el ensalzamiento del acto de pintar como una relectura de síntesis histórica a la par que cariñosamente mendaz.
Clásico, barroco, burlón, perfeccionista, con oficio, el cubano TOLEDO está centrado en que su obra tenga la suficiente culminación fantástica como para bucear tanto en el idilio como en un sentido interrogativo de lo que puede pasar si en un momento dado tales personajes se salen del marco, que es lo que pretenden, y nos acompañan de por vida.
Quizás hasta él mismo se interrogue sobre lo que en este comienzo del siglo XXI significa señalar un horizonte plástico que busque sendas recreadoras, las que no son fáciles que expiren a través del concepto en clave oculta y abstracta.
En definitiva, no cabe duda de que su concepción…
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