Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe. Es una forma de mirar, otro modo de ver, un ardid para engañar, un truco para esperar, otra historia para seguir, un cuento de no acabar. Y de seguir sin perder de vista lo de más atrás.
Marcel Broodthaers mantenía la duda de si sería suficiente con recuperar conceptos artísticos de diferentes contextos históricos para aplicarlos al presente sin reflexión o transformación. Obvio es, por cierto, que en el ámbito del arte las dudas son de ayer, hoy y mañana.
Pero en la obra de la prodigio china ZHENGGANG, formada en la tradición de la caligrafía propia de su cultura, lo que destaca es su sentido celestial o sideral, como si estuviese poseída por esos fenómenos entre lo físico y lo espiritual.
Los rasgos, trazos y aluviones cromáticos enriquecidos en su deambular y para los cuales el soporte es insuficiente, es un proceso dinámico de espacio-tiempo, de una visión que desde aquí se eleva más allá, que propone una constelación que tiene que grabarse en la trascendencia de la mirada, en el viaje que nunca ha de cesar.