Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe. Es una forma de mirar, otro modo de ver, un ardid para engañar, un truco para esperar, otra historia para seguir, un cuento de no acabar. Y de seguir sin perder de vista lo de más atrás.
DIMITRI STRELKOV (1966) / NO HAY QUE CEJAR EN EL EMPEÑO
¿Es posible saber si los artistas al realizar una obra se comprometen a que su significación esté subordinada a un discurso institucionalizado o la producción de un arte de museo, tradicional o no? Ha habido muchos casos de ello y seguirá habiéndolos dado que ambas partes no gozan de igualdad de equilibrio.
El ruso STRELKOV es un buscador de efectos visuales en sus obras, en el marco de una abstracción muy controlada y encadenada a geometría elipses, curvas, hélices, trazos, que a través de un dinamismo reforzado juega a lo etéreo y volátil.
Evidentemente las distintas técnicas, texturas y tonalidades van a la búsqueda de una síntesis absorbente, de un diagrama cartográfico que a través de una sintonización cromática ilumina el espacio queriendo salirse de él o, mejor dicho, ampliarlo sin acotarlo. Cada segmento trata de ser una rúbrica más en una concepción concebida para embriagar.
La realidad del mundo, de un ser humano, es esencialmente fragmentaria. Los relatos tratan de contar una historia en fragmentos.