Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe. Es una forma de mirar, otro modo de ver, un ardid para engañar, un truco para esperar, otra historia para seguir, un cuento de no acabar. Y de seguir sin perder de vista lo de más atrás.
MIGUEL PEÑA (1951) / ¿QUIÉN HA ABIERTO LA TRAMPILLA?
Mientras que el espacio no representa más que un orden posible de objetos materiales, el tiempo es un orden posible de sucesos. Y en esta serie cada imagen se inscribe inicialmente como atea y al final se sacraliza física y temporalmente por su propia apostasía e impostura.
Decía Ernst Bloch que un colectivo tiene la tarea de salvaguardar lo individual intransferible de cada hombre, de asegurarlo, de ayudar a desarrollarlo, en vez de desecarlo y aplastarlo. El colectivo tiene que partir de los individuos y no puede anteponerse ni estar por encima de ellos.
En lo que se refiere al talento pictórico del madrileño PEÑA, después lo anterior, entiende que ya no hay ningún compromiso en anteponer a nadie, por el contrario, le sale como un gesto airado y paródico que a la hora de organizar, registrar y clasificar lo plasmado, transmuta la percepción humana en un bestiario lúdico con la maldición híbrida y la lujuria bien pensante. Bien claro queda que estamos todos y ninguno.
A veces lo esencial es lo más simple que escapa de las rejillas de nuestra percepción.
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