Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe. Es una forma de mirar, otro modo de ver, un ardid para engañar, un truco para esperar, otra historia para seguir, un cuento de no acabar. Y de seguir sin perder de vista lo de más atrás.
RADCLIFFE BAILEY (1968) / HEMOS LLEGADO NAVEGANDO EN SILENCIO
El arte no es tan sólo una idea, sino que es un sistema de ideales, prácticas, instituciones, memorias, testimonios, que engloban un sinfín de realidades, historias, vivencias, biografías, mundos, mitos y culturas.
La obra del norteafricano BAILEY es la construcción plástica coreográfica de un destino, en la que los distintos elementos que le dan vida y visibilidad muestran las vicisitudes de un infortunio que no solamente le es propio a él, sino a su propia raza y pasado.
Cada uno de los materiales y componentes que forman el conjunto y la unidad de cada pieza también son entes que han participado en esa épica evocativa que tiene su proyección en el futuro y en la dirección de un rumbo que siempre esté pendiente de cumplirse.
Ya Nietzsche lo dijo con la energía demencial de su palabra: «El aforismo es una forma de eternidad». Milenios antes que él, Heráclito, con lengua de hoy, pudo decir en un fragmento: «Las almas olfatean lo invisible». Y Maurice Blanchot, en nuestro tiempo: «El aforismo es la forma que en forma de horizonte es su propio horizonte».