Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe. Es una forma de mirar, otro modo de ver, un ardid para engañar, un truco para esperar, otra historia para seguir, un cuento de no acabar. Y de seguir sin perder de vista lo de más atrás.
JEROME BOUSCARAT (1967) / HABÍA QUE PONER UN PUNTO FINAL CON CIERTA SORNA
Para pensar el arte en general acreditamos una serie de oposiciones (sentido/forma, interior/exterior, contenido/continente, significado/significante, representado/representante, etc.) que estructura, precisamente, la interpretación tradicional de las obras de arte.
Pero cuando estamos ante la obra del francés BOUSCARAT nos da por tirar todo por la borda y liarla con Jacques Derrida y sus palabras referidas a que Heidegger interroga al arte, y más precisamente a la obra de arte, como un advenimiento o como historia de la verdad, pero de una verdad que propone pensar más allá o más acá de la metafísica, más allá o más acá de Hegel.
Pues sin cambiarnos de lugar, que tampoco es necesario, lo evidente y verdad es que el autor realiza un sabotaje en toda regla, que es luminoso, sensacional y reflexivo. Sus piezas enuncian un significado de puertas cerradas y un desmaquillaje que embadurna nuestras creencias estéticas como el fin de un relato que ha quedado sin pies y la cabeza ya no es la antes.
Es muy penoso soportar la carga de una simulada ignorancia.