A propósito de esta sobresaliente obra del pintor español Benito Salmerón Garrido, quiero remitirme al principio de la necesidad interior postulado por Kandinsky como la única vía por la que la pintura habría de alcanzar su auténtica existencia.
La realidad exterior, objetiva, que actuaba y actúa aún como motivo de la representación plástica ha de quedarse afuera, pues es la negación de la vida de la forma pictórica, cuya naturaleza es eminentemente abstracta.
La forma tiene su propio «pathos» y a partir del mismo se desarrolla indiferente a todo lo que la rodea hasta crear su propia realidad, la cual podemos vivir en la medida en que podemos compartirla.
En resumen, el contenido interior de la forma nucleado por esa realidad abstracta se hace visible a través de su manifestación exterior, mediante la cual se llega a la culminación de la vida, puro producto de una ontología del color, el…
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