Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe. Es una forma de mirar, otro modo de ver, un ardid para engañar, un truco para esperar, otra historia para seguir, un cuento de no acabar. Y de seguir sin perder de vista lo de más atrás.
RAFAEL BLANCO (1885-1955) / QUE PASEN LOS SIGUIENTES
Escribió Herbert Read, a cuyos estudios recurro en innumerables ocasiones, que el arte constituye una actividad humana sensual que proporciona al hombre una relación razonada con el mundo circundante. Aunque, por mi parte, he de añadir que frecuentemente desaparece tal evidencia de ello o no es tan elocuente.
El pintor y caricaturista cubano BLANCO, en su obra, se lo ha tomado más bien con determinación escéptica y humorística, que encaja a la perfección con unos recursos expresivos convincentes y plagados de una significación que se derrama en múltiples registros.
De cierta manera, en su pintura y dibujos se invita al espectador a percibir la condición de una humanidad que por su propia mano sale siempre derrotada, lista para no saber sustraerse a su propia ignominia, a su carencia de dignidad y a su grotesca desmesura.
En el fondo del alma colectiva existe larvada la necesidad de ser engañada. Disfruta y se consuela con las infamias más execrables que se cometen contra ella.