Lo conceptual unido a lo espectacular y a una materia acorde y flexible sirve para orquestar un mundo plástico de símbolos y significados audaces.
La obra del israelí YEFMAN es singular y como tal va a la búsqueda de lo universal, mejor dicho, es ya universal, aunque su código lo descifremos según el cosmos que cada uno tengamos en mente. No en vano toda obra debe ser un espíritu abierto que no señale dirección alguna, en todo caso un cúmulo de opciones e interpretaciones que las hace visibles a través del logro conseguido.
Para este autor la idea es la determinante de la ocupación concreta de un espacio, en el que tendrá lugar esas imágenes textiles que alumbran incógnitas biográficas, vivenciales, eróticas, traumáticas y febriles. Aluden al ser, al cuerpo, a sus órganos y al reverso de lo lúdico aparente.
Triste es siempre la palabra,
pobre casa de lo eterno.
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